Martin Ayerbe AM740 Hamartia. Unir la muerte con la causa, hace justicia a la generación diezmada.

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22 de enero de 2019 a las 11:37

Duración: 16:00

Nada grande se hace sin alegría. Y aquella juventud era alegre, solidaria, comprometida. Decía que iba a hacer las más grandes cosas, y después las hacía. Prometió que iba a traer a Perón de regreso, y cumplió. Anhelaba el pleno empleo para todos, y lo alcanzó apenas recuperada la democracia. Deseaba salarios justos, y los logró cada vez que se lo propuso. Porque era particularmente consciente de que no puede haber hambre en el país de los alimentos. La injusticia social, hoy en democracia como ayer en terrorismo de estado, es un objetivo político arteramente planificado y no un efecto colateral indeseado. Por lo tanto, el país no es pobre sino que es empobrecido. Pero ese empobrecimiento planificado excluye al empresariado capitalista, que se beneficia del temor del obrero. Entonces debería llamarse al banquillo de los acusados a la Sociedad Rural Argentina, la Unión industrial Argentina y todas las instituciones empresarias de aquel entonces que prohijaron el terrorismo de estado para restablecer las condiciones coloniales de injusticia que maximizaban sus ganancias y minimizaban sus costos capitalistas. También las embajadas norteamericana e inglesa. También las europeas y la japonesa. También la rusa y la china. Nadie dejó de hacer negocios. La que se perdió fue la libertad política, democrática. No la de mercado. La noria capitalista no se detuvo. Porque en su geopolítica imperial, el capitalismo establece que las reguladoras fácticas del mercado colonial son las multinacionales que le pertenecen. La propiedad privada y extranjera de los grandes medios de producción. No la propiedad social argentina. No YPF, no ARS, no ELMA, no SEGBA, no CONEA, no SOMISA. No el Estado Empresario argentino, no las SyCEs, Sociedades y Corporaciones del Estado, no los directores obreros gramscianos que Perón le ordenó a Robledo crear, elegir y respetar en todas las empresas de defensa. Contra eso fue el terrorismo de estado, contra la máxima socialización posible de un medio de producción, que es la propiedad estatal nacional, que hace dueños del mismo a los 42 millones de habitantes. La llave estratégica de regulación del mercado interno del país. El 20% de los trabajadores que, desde allí, crea y conduce la actividad del 60% de los enrolados en la pyme y el restante 20%, de las multinacionales. Por eso el terror y la privatización periférica a manos del golpismo militar y sus socios capitalistas. Unir la muerte con la causa, hace justicia a la generación diezmada. La revolución pacífica que creaba con consciencia, compromiso, inteligencia, generosidad y enorme alegría, no podían frenarla más que asesinándonos. El movimiento de liberación creaba mujeres y hombres que vivían de la misma forma de la que hablaban. Porque cuando el proyecto de liberación se convierte en la propia vida, solo la muerte puede silenciarlo. No los han vencido porque nuestro proyecto es ése mismo. Los otros nosotros.

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