SERGIOS Y DANIELAS
Él se llama Sergio. Vive de vender diarios viejos. Ella se llama Daniela, y vive de escribir en diarios nuevos. Ambos un día se encontraron en plena calle y hoy la historia de Sergio, escrita por Daniela, se publica en el diario. Un diario que hoy venden los canillitas pero que mañana lo venderán por kilo los miles y miles de Sergios que integran el 48% de pibes en situación de pobreza en Argentina.
Cuando Daniela conoció a Sergio, él rebuscaba dentro de un container. Le ofreció regalarle unas bolsas de ropa que tenía en su casa que estaba a dos cuadras. Él aceptó y se fueron caminando juntos. Ella iba con su hijo más chico, un pibito que tiene la edad en la que van directo y a los bifes... Lo ametralló a preguntas a Sergio mientras caminaban: ¿sos pobre? ¿por qué revisás la basura? ¿no tenés para comer? ¿con quién vivís?
Un día, Daniela lo invitó a merendar a su casa. Sus amigos se aterrorizaron."Es interminable el repertorio de miedos y precauciones de la gente de "mi clase", la clase media de buenas intenciones", escribe hoy Daniela.
Daniela también cuenta que Sergio trabaja desde la mañana temprano hasta la tarde. Todo lo que junta, 30 o 40 kilos de lo que sirva para vender, se lo lleva a una señora que le da $500 o $600. De allí se va al barrio Rifi, en Moreno, donde vive su mamá, sus hermanitos, un tío que padece epilepsia. Allí le deja la plata, come algo y por ahí se queda a dormir. O no... porque no hay mucho lugar ya en la casilla. Aunque eso cambió un poco ahora...
Porque mientras Sergio redondea su sueño de construir una casa de madera, Daniela le regaló una carpa de tres ambientes que guardaban en la baulera por si de nuevo se le daba la loca de volver al sur parando en un camping. Esa noche, los hermanitos se quedaron a dormir con él, le contó al día siguiente. Y claro, no era una carpa cualquiera, era una de tres ambientes.
Pero no es suficiente. Por eso es que sobrepasada, sobre todo emocionalmente, Daniela abre hoy esta historia porque sabe que sola no puede y no hay tarea heroica eficaz. Porque es cierto, se dio el gusto de regalarle a Sergio ropa nueva y, por primera vez, elegida por él mismo, a pesar de que en esa aventura se le recalentó la tarjeta de crédito hasta el punto de ebullición.
Sabe que sola no puede ayudar a este pibe que terminó la primaria pero que no sabe leer ni escribir. Ni tampoco aprendió nunca a cómo ir a un médico en un hospital público. Porque así son las coas, algunas veces...
Y es que solos no podemos. Ni las Danielas ni los Sergios. Cada uno tiene la parte que le falta para completar algo que está incompleto. Porque Sergios como estos hoy necesitan un trabajo no solo para dignificarse sino para generar la riqueza que nos falta. Porque Danielas como estas necesitan contar historias con finales menos inciertos que la que tiene esta historia, al menos por ahora.