¿Querés saber por qué suena el shofar todos los 18 de julio a las 9,53? Porque su largo quejido traduce el dolor y se confunde con las sirenas, como hace 25 años, cuando la AMIA voló por los aires en el peor atentado terrorista que sufrió la Argentina el 18 de julio de 1994 a las 9.53.
A partir de ese momento, ochenta y cinco nombres y apellidos, apodos, sobrenombres se deshicieron en ausencia ... Carlos, Yanina, Naum, Sebastián, David, Hugo, Juan Carlos, Marta, Yanina, ...
Yanina Averbuch tenía 20 años y trabajaba en el servicio social de la AMIA. Junto a ella trabajaba Marta Treibman que a los treinta años ya había perdido a sus padres y cuidaba a sus hermanos menores. Esa mañana estaban en plena tarea cuando, literalmente, todo se deshizo. Las encontraron seis días después de aquel 18 de julio. Murieron abrazadas a las 9.53.
Rosa, Fernando, Abraham, Silvia, Olegario, Noemí, Félix, Marisa, Jorge, Sebastián...
Sebastián Barreiro caminaba de la mano de Rosa, su mamá. Iban al Hospital de Clínicas. La explosión lo arrancó de la mano de su madre. Él tenía sólo cinco años de edad cuando murió hace 25 años a las 9.53. Ella sobrevivió.
Angel, Eugenio, Gustavo, Isabel, Danilo, Julia, Rita, Silvana...
Silvana Alguea De Rodríguez era asistente social y trabajaba en la AMIA. Tenía 28 años y hacía solo ocho meses que había sido mamá de Gaby. El estallido la sorprendió a las 9.53 del 18 de julio de 1994 en su oficina. Hoy Gaby, que ya tiene 25 años, seguramente estuvo frente a la AMIA.
Como cada uno de nosotros. En cuerpo o en alma. Para seguir preguntándonos cómo se llama a la Justicia que no llega, porque claramente no es Justicia. Para saber si será necesario inventar un idioma nuevo donde la palabra Justicia no sólo sea deseo sino la pura e imprescindible realidad.
