"Cada uno de estos programas tiene como punto de partida un interrogante: ¿Qué voy a compartir hoy con mis queridos oyentes? ¿Qué territorios de la novela negra transitaremos juntos? A veces, la respuesta surge de manera espontánea, otras, requiere cierta reflexión, explorar en los recuerdos, navegar por la web, o hacer un recorrido por los estantes de mi biblioteca. Esa última opción significa conectar con la memoria de lecturas, realizadas tal vez, hace lustros, que sin embargo dejaron huellas, a veces muy claras, y otras difusas, casi sensaciones. Justamente, de esa manera surgió este capítulo. Estaba hojeando un par de libros leídos hace muchos años, cuando me di cuenta de que la mayoría de los capítulos son sobre escritores que han desarrollado una obra cuantiosa. Pero también existen autores valiosos, no tan prolíficos que han creado obras únicas o casi únicas, que son interesantes por si mismas aunque no formen parte de un corpus mayor. En ocasiones se trata de libros excelentes, o muy buenos, aunque sus autores no volvieron a escribir, o no tuvieron la suerte de publicar, más allá de ese único texto. De esta manera me di cuenta que existía la posibilidad de hacer capítulos, sobre esas novelas singulares, muchas veces olvidadas, que sin lugar a duda vale la pena leer y compartir, pero que suelen tener muy poca difusión, quedan postergadas en la injusta neblina del olvido. Obviamente, la pérdida no es sólo para la memoria de esos libros y sus autores, sino para los lectores, que no tienen la oportunidad de conocerlas. Por eso, este capítulo 65 de “El dulce veneno de la novela negra” está dedicado a dos novelas de detectives, una excelente, “Agosto adverso”, de Daniel Hearn; la otra, muy buena, un ejercicio de estilo muy entretenido,“Tócala otra vez”, de Stephen Humphrey Bogart." Gabriel M.Wainstein
hace 5 años, 10 meses por gabwain - 40 reproducciones
"Por la condición realista del género, cuando un extranjero escribe sobre un país que no es el propio, muchas veces corre el riesgo de cometer errores groseros y hasta caer en el disparate. La novela negra requiere una fuerte dosis de verosimilitud en cuanto a los ámbitos, lenguaje, hábitos y cuestiones idiosincráticas que hacen a su naturaleza. Cuando Hammett inventó la inexistente Poisonville, en Cosecha Roja, proyectó en ella lugares reales que conoció y les otorgó sus características, de manera que, con palabras, edificó una ciudad creíble, sólida. Un caso interesante es el del británico James Hadley Chase que, sin haber vivido en los Estados Unidos, escribió numerosos policiales ambientados en ese país, con la ayuda de mapas, diccionarios, películas y obras literarias de otros autores, en especial policiales. Claro que su rigor al basarse en otros escritores fue tal, que le valió, en 1943, un juicio por plagio por parte de Raymond Chandler, que el autor de "El largo adiós" ganó. En el otro extremo puedo mencionar a su compatriota Phillip Kerr, que ubicó en la Argentina "Una llama misteriosa", la quinta entrega del ciclo de Bernie Gunther, donde hace un retrato de la época del primer peronismo que es un verdadero mamarracho, no puedo usar otro término para calificarlo. Claro que Kerr en una nota al final de su novela menciona como fuente documental un único libro del periodista Uki Goñi, "La auténtica Odessa". Les comento esto, porque en este capítulo voy a compartir con ustedes mis lecturas de un escritor francés que no escribe sobre su tierra, sino que ubica sus historias en lugares muy lejanos a ella: Nueva Zelanda, Sudáfrica, Argentina y Chile. En el capítulo 9 de este programa hice una breve mención de Zulú, una novela ambientada en ese Sudáfrica que me había gustado mucho. Por una cuestión de honestidad intelectual me preguntaba si un sudafricano vería un fiel retrato de su tierra o le pasaría lo mismo que a mí me sucedió con el engendro de Philip Kerr. Una salvedad, para escribir Zulú este escritor vivió un año en Sudáfrica, como antes lo hizo en Nueva Zelanda y luego en Buenos Aires y Santiago de Chile. Recientemente tuve la oportunidad de leer "Mapuche", su libro ambientado en la Argentina, y pude corroborar que este autor sabe de lo que escribe. La novela evidencia su conocimiento de nuestro país y una mirada aguda sobre sus problemáticas. Buscando con lupa, se pueden descubrir inexactitudes menores, pero Caryl Ferey, que de él trata este capítulo, construye una Argentina literaria muy interesante y por momentos sorprendente." Gabriel Marcelo Wainstein
hace 4 años, 8 meses por gabwain - 18 reproducciones
"Siempre decimos que la literatura policial realista nació en los Estados Unidos pero que luego se expandió por todo el mundo. Sin embargo, en el capítulo de hoy, nos quedamos cerca del origen, ya que vamos a hablar de dos escritores norteamericanos. Los elegí pensando que se trata de dos autores muy interesantes y disímiles que tienen en común el hecho de ser excelentes escritores y que están un tanto olvidados. Sus obras no son de las más difundidas en la actualidad ni son demasiado mencionadas por los lectores. Supongo que al escuchar esto pensarán que se trata de escritores del pasado lejano, pero no es así. Ambos publicaron sus últimas obras hace alrededor de una década e iniciaron sus carreras literarias entre 1969 y 1970. No sé por qué asocié a estos dos autores en este capítulo, tal vez por esa coincidencia temporal, o tal vez porque sus novelas no transcurren en grandes ciudades, pero mientras revisaba sus datos biográficos descubrí con sorpresa que murieron casi al mismo tiempo, en el año 2008, uno el 17 de setiembre y otro el 26 de octubre. Pero bueno, es hora de revelar de quiénes se trata: hoy les voy a contar acerca de Tony Hillerman y James Crumley" Gabriel M. Wainstein
hace 5 años, 4 meses por gabwain - 16 reproducciones
"En el capítulo anterior comenzamos un recorrido por algunos títulos de mi biblioteca. Novelas muy interesantes escritas por autores que no han producido una obra muy vasta, sino que, por diversas razones, han publicado a lo largo de su vida apenas uno o unos pocos títulos. En algunos casos esto sucedió por decisiones personales, en otros, porque no tuvieron la suerte de que la industria editorial los incluyera en sus planes. Textos que leí hace muchos años, en algunos casos décadas, de los que guardaba en mi memoria no más que algunas sensaciones pero que me sorprendieron gratamente a la hora de releerlos. Supongo en parte se debe a las características particulares de mi memoria y también a mi propia evolución como lector. Las distintas circunstancias de la vida van modificando nuestra manera de ver el mundo pero además, el hecho mismo de hacer este programa cambia mi relación con la lectura. Para el programa de hoy, elegí dos libros muy diferentes entre sí, escritos en diferentes épocas y que recorren territorios distintos dentro del universo de la novela negra. Hoy les voy a contar acerca de un clásico bastante olvidado, “Son ladrones como nosotros” de Edward Anderson y de una buena novela de la década del 80, que pasó, al menos en el mundo de habla castellana, bastante desapercibida: “Incendio en el callejón” de John Douglas." Gabriel M. Wainstein
hace 5 años, 9 meses por gabwain - 65 reproducciones
"Hay algo que tenemos en común los lectores de novela negra con los apostadores de las carreras de caballos. Desde ya aclaro que no voy a hablarles de Dick Francis, el escritor que ubicaba sus historias de suspenso en el mundo del turf, sino de una situación un poco más abstracta. Porque eso que tenemos en común, es la búsqueda del dato. Aunque nunca estuve presente en una competencia hípica -tengo un desinterés absoluto por el mundo del juego, no me interesan los casinos, las máquinas tragamonedas, el poker y ni siquiera la lotería- sé que las personas que juegan a los caballos siempre andan a la caza de un dato, la fija, el nombre de un equino no muy conocido que seguramente será ganador de una carrera y que le dará al apostador importantes beneficios. De la misma manera, los lectores de novela negra siempre estamos buscando nuestro propio dato, el nombre de un autor o el título de un gran libro que desconocemos y que pueda ser fuente de satisfactorias horas de lectura. Me consta, por los mensajes que recibo en las páginas de Facebook y YouTube del programa, que muchas y muchos de ustedes encuentran esa fuente de información en "El dulce veneno de la novela negra" y esa situación me complace de sobremanera. Pero yo mismo estoy todo el tiempo a la caza de algún dato literario, a la manera de un burrero desesperado, no sólo por mi avidez por la lectura sino también por mi compromiso con ustedes, queridas y queridos oyentes. Les comento esto porque estoy terminado la lectura de la obra de una muy buena novelista cuya existencia desconocía hasta hace muy poco, pero que fue elogiada en las redes por un escritor que admiro, Guillermo Orsi. Su breve comentario despertó mi curiosidad, comencé a leer uno de los libros de esa escritora y me gustó mucho. Continué con otra de sus novelas, la primera de una serie, y me apasionó, por lo que seguí adelante con la lectura y ahora comparto con ustedes este dato, esta fija (espero que se escuche con claridad el entrecomillado) acerca de esa gran autora española que se llama Rosa Ribas." Gabriel Marcelo Wainstein
hace 4 años, 4 meses por gabwain - 62 reproducciones
"Capítulo 67 de este programa radial, que tiene para mí un sabor muy especial, algo así como darme un gusto. Si bien “El dulce veneno” es siempre una manera de compartir con ustedes, queridos oyentes, el placer de mis lecturas, hay capítulos que me resultan especialmente gratos. Esto sucede especialmente cuando puedo contarles acerca de algunos de los autores que más valoro.
En la Argentina existen muchos novelistas dedicados a la literatura policial, por supuesto que con diversos resultados. Este capítulo de hoy está dedicado un escritor que, a mi criterio, está entre los mejores cultores del género en la Argentina, hasta me atrevería a decir que entre los cinco mejores. Un autor que, si bien ha ganado varios premios, nacionales e internacionales, no tiene el reconocimiento y la difusión en nuestro país que su obra merece. Un creador que construye historias apasionantes pero que a su vez tiene una mirada sobre la Argentina aguda e interesante, que evidencia un conocimiento profundo de sus lugares y su gente. Novela negra de la mejor, pero con sonoridades y ritmo de tango. Queridos oyentes, hoy voy a compartir con ustedes algunos libros del talentosísimo Guillermo Orsi." Gabriel M. Wainstein
hace 5 años, 8 meses por gabwain - 61 reproducciones
"“La vida te da sorpresas” decía una célebre canción de Rubén Blades y, felizmente, la literatura también lo hace. Digo felizmente porque, aunque no todo lo inesperado es agradable, la novela negra es tan generosa se siempre encuentra una manera de sorprendernos gratamente Una gran cantidad de artistas ponen sus mejores esfuerzos para producir obras de calidad. De esta manera los lectores encontramos todo el tiempo nuevos territorios literarios a explorar, recorrido gozoso si los hay.
Cada tanto aparece un escritor o una escritora que parece haber nacido para la novela negra. Sus obras alcanzan un nivel de brillantez que no dejan de asombrarnos. Cuando además logran crear obras perfectas en plena juventud, es mayor la alegría.
En todas las artes, en todos los tiempos han existido los genios precoces. Artistas que, en plena adolescencia o recién saliendo de ella alcanzan la madurez expresiva. Por citar sólo un ejemplo, es sabido que Orson Welles revolucionó el arte cinematografíco con su primer film, El Ciudadano, cuando apenas tenía 21 años. Es difícil explicarlos, es mejor disfrutarlos.
El escritor del que vamos a hablar hoy es, sin lugar a dudas, uno de esos jóvenes prodigio. Su vocación fue muy temprana, a los 16 años estaba definida. Cinco años más tarde, a la misma edad en que Welles realizaba su primera película, este joven publicó su primer libro, y es una novela negra perfecta. Pero no se quedó ahí, siguió escribiendo sin bajar la calidad. Este capítulo 60 de “El dulce veneno de la novela negra” está dedicado a Michael Korita y su personaje, Lincoln Perry." Gabriel M. Wainstein
hace 5 años, 12 meses por gabwain - 31 reproducciones
"Uno de los atractivos de la literatura policial contemporánea es su riqueza en cuanto a los orígenes geográficos. Los lectores tenemos la feliz posibilidad de tomar contacto con la obra de escritores que viven en las más diversas latitudes del mundo y, dado que hablamos de un género de naturaleza realista, en muchos casos, los textos suelen reflejar miradas agudas sobre las diversas idiosincracias de los lugares de los cuales provienen. En el caso de la literatura escrita en castellano, la experiencia es aún más interesante por la presencia del habla local, sin la intermediación de la traducción. Hago esta reflexión porque recientemente tuve la oportunidad de leer a un escritor que tiene un origen que, al menos para mi, fue sorprendente. Si bien en España se escribe y se publica muchísima novela negra, este autor proviene de un lugar del cual yo sabía muy poco antes de leerlo. Se trata de Gran Canaria, una de las islas que integran el archipiélago del mismo nombre, ubicada frente a las costas africanas de Marruecos y el Sahara Occidental. Cabe aclarar que no se trata del único autor de novela negra de este territorio insular. Para no extenderme más en esta introducción les cuento que los protagonistas de estos capítulos 76 y 77 de "El dulce veneno de la novela negra" son Alexis Ravelo, el ciclo sobre Eladio Monroy y otras tres novelas de este excelente escritor." Gabriel M.Wainstein
hace 5 años, 1 mes por gabwain - 42 reproducciones
Una escritora inglesa y una irlandesa. ¿Las conocés?
Explorar libros en busca de autores que uno aún no conoce es una labor que a veces puede ser frustrante y otras absolutamente gratificante. Se trata de leer sobre todo muchas primeras páginas tratando de intuir si vale la pena dedicarle el tiempo al volumen que tenemos entre las manos o descartarlo en la previsión de que no resultará satisfactorio. Enmi caso, encuetro criterios dejar de lado un libro. El modo de escribir, el planteo de la historia o de los personajes, o algunas razones que tienen que ver con preferencias personales. Si bien la novela negra es siempre una narrativa de la violencia, me provocan particular rechazo la truculencia gratuita, el despliegue morboso de sangre y vísceras y las narraciones sobre asesinos sicópatas. El disfrute literario es personalísimo y, sin descalificar a ningún escritor, esos elementos no entran dentro de mis elecciones como lector. A veces me cabe la duda. ¿No estaré descartando algo valioso? Puede pasar. En ocasiones vuelvo a revisar libros que en el pasado dejé de lado y, no muy frecuentemente, me encuentro con sorpresas. Esto en cuanto al descarte, pero también existe la otra cara de la moneda. A veces, se produce el milagro esperado. El encuentro con un texto me cautiva desde la primera página y no puedo abandonar. Momentos de felicidad que creo que tenemos en común la mayoría de los lectores. Hoy voy a compartir con ustedes, queridas y queridos oyentes, novelas de dos escritoras que me atraparon con sus primeras líneas aunque, en la lectura posterior, una superó mis expectativas y la otra, no tanto. Una es inglesa, la otra irlandesa. Les voy a contar de Susie Steiner y Ava McCarthy. Gabriel M. Wainstein.
hace 5 años, 5 meses por gabwain - 8 reproducciones
En mis exploraciones por los territorios literario - geográficos que abarca la literatura policial, hace rato que intento conocer la novela negra irlandesa, pero hasta hace muy poco mis esfuerzos no fueron fructíferos. Si bien hay un enorme cultor del género de ese origen, el gran John Connolly, me cuesta definir lo suyo como policial irlandés porque, aunque este novelista pone de relieve sus raíces culturales asentadas en las tradiciones de la verde Erín, sus narraciones transcurren en los Estados Unidos. En varias ocasiones, Connolly aclaró que prefiere no abordar en su obra temáticas relacionadas con la realidad de su país natal. Más allá de Connolly, cada tanto me tropiezo con alguna novela policial de un autor de ese origen y me ilusiono. ¿Será éste el gran escritor irlandés del género?, me pregunto. Sistemáticamente me he visto decepcionado, pero no abandono la idea de de que un país que tiene una realidad y una historia tan rica y compleja, con expresiones culturales más que interesantes en otros campos, también tiene que tener algún escritor de literatura policial realista interesante. Recientemente, estaba planificando los próximos programas cuando pasó por mi cabeza un recuerdo difuso acerca de un libro que leí hace varios años y que, en su momento me había agradado. Al releerlo descubrí dos cosas: la primera, que me había gustado porque era una novela original e interesante; la segunda: el autor era irlandés. Me propuse entonces conseguir más libros de este escritor para dedicarle un programa y tuve la fortuna de encontrarme con una voz diferente dentro del universo de la literatura policial. Entonces, este programa de hoy está dedicado a Ken Bruen y sus novelas Maderos, La matanza de los gitanos, El dramaturgo, El gran arresto, El Alien y London Boulevard. Gabriel Marcelo Wainstein
hace 4 años, 5 meses por gabwain - 22 reproducciones
"Voy a empezar este capítulo con un recuerdo. Hace unos cuantos años, calculo que alrededor de 1984, una noche, en una mesa en el bar La Paz, en el centro de Buenos Aires, estábamos hablando acerca de los libros que estábamos leyendo. Eran los tiempos en que estábamos descubriendo juntos las maravillas de la literatura policial. Me acuerdo, y me quedó grabado en la memoria que, un querido amigo, Bube Medina, no recomendó una novela que acababa de leer. Nos dijo que había conseguido en una librería cercana, en una mesa de ofertas, un libro de un escritor español que le había gustado muchísimo. ¡No se lo pueden perder!, insistió. Hasta ese momento no sabíamos que existía la novela negra española. Esa misma noche me acerqué a una librería y busqué entre los títulos al elogiado escritor. Efectivamente, había una novela policial española. La leí y me gustó, era algo distinto y muy entretenido. Cuando unos días después se lo comenté a Bube, me aclaró que ese no era el autor del cual nos había contado. Aclarada la confusión, salí a buscar la novela que mi amigo recomendaba y la encontré. La lectura tuvo algo de revelación. El escritor, sin lugar a dudas, innovaba en el género, aunque desde un profundo conocimiento de sus tradiciones. Planteaba unos personajes poco comunes y un escenario original, absolutamente alejado de la tradición norteamericana. El autor era catalán, y Barcelona vivía en sus páginas. Al punto que, cuando muchos años después tuve la oportunidad de visitar esa ciudad, sentía que ya la conocía, que ya había transitado esas calles a través de las palabras. Supongo que muchos oyentes, me atrevería a decir que la mayoría, ya sabrán quién es el autor que vamos a compartir en este capítulo 63 de “El dulce veneno de la novela negra”. Hoy les voy a contar acerca del gran Manuel Vázquez Montalbán, el detective Pepe Carvalho y su mundo." Gabriel M. Wainstein
hace 5 años, 10 meses por gabwain - 51 reproducciones
"Capítulo 68 y segundo dedicado a la obra del gran escritor argentino Guillermo Orsi. En el programa anterior hablamos de sus dos primeras novelas policiales, “Sueños de perro” y “Buscadores de oro”. No son sus primeros libros, pero “Sueños de Perro” es su incursión inicial en el género negro y el comienzo de su trayectoria como cultor de la ficción criminal. En cuanto a “Buscadores de oro” , según nos explicaba el autor, no es estrictamente una novela negra, sino que se inicia como tal para luego dar un viraje a lo fantástico. Pero volviendo al programa de hoy, vamos a seguir con otras dos novelas de este autor tan talentoso, a mi criterio uno de los mejores que tiene la Argentina. Desde ya les cuento que el recorrido por su obra no concluye en este programa, pero hoy me propongo disfrutar junto a ustedes de algunas de sus mejores páginas. Vamos con “Nadie ama a un policía” y “Ciudad Santa”" Gabriel M. Wainstein
hace 5 años, 7 meses por gabwain - 60 reproducciones
"Queridas y queridos oyentes, voy a contarles algo que tiene que ver con mi historia personal. Entre los países del mundo por los que tengo mayor afecto, Chile ocupa un lugar de privilegio. Por razones que no vienen al caso, mi abuelo paterno se instaló en la ciudad de Rancagua a mediados del siglo XX y vivió allí durante 50 años. Desde que yo era muy chico, mi familia viajaba frecuentemente a visitarlo. Perdí la cuenta de cuántas veces crucé la cordillera, pero tengo muy buenos recuerdos de esos viajes. Con los años, en tiempos oscuros, mis padres tomaron un rol muy activo colaborando con la resistencia contra la dictadura asesina de Augusto Pinochet. A partir de esa militancia solidaria, establecieron vínculos de amistad muy fuertes con personas valerosas que arriesgaban su vida para pelear contra la injusticia. Con el tiempo, esos lazos se hicieron tan estrechos, que pasamos a considerarnos familia. Cada tanto, tenemos la alegría de compartir tiempo juntos. Cuando pasa mucho tiempo sin vernos, se instala un fuerte sentimiento de nostalgia, que nos impulsa al reencuentro. Esa melancolía se ve reforzada en estos días, por la ausencia de mi padre, fallecido hace pocos meses. La muerte de mi madre había ocurrido 9 años antes. Cuando leo novela negra chilena, el lenguaje, los lugares, los personajes, los sonidos y los sabores me remiten a lugares muy queridos de mi memoria emocional. Como un homenaje a mis viejos, a esos entrañables familiares - amigos que están del otro lado de los Andes y a esa nación hermana, va este capítulo dedicado a dos excelentes novelistas chilenos: Boris Quercia y Bartolomé Leal. Gabriel Marcelo Wainstein
hace 4 años, 7 meses por gabwain - 35 reproducciones
Queridas y queridos oyentes. Me permito recomendarles esta serie de 3 capítulos que se inician aquí. Creo que son los mejores programas que hice hasta este momento. Espero que los disfruten.
"Como algunos de ustedes sabrán, este punto de encuentro entre la radio y los libros no es un espacio de crítica literaria, sino una iniciativa para compartir con ustedes el placer de mis lecturas del género policial realista, desarrolladas durante más de tres décadas. Por supuesto que en mi gusto personal se basa en elementos de juicio que me llevan a construir opiniones y criterios personalísimos, que me sirven de guía en el momento de seleccionar mis lecturas. Uno de esos parámetros, al que le doy bastante importancia, es que, en principio, no me interesan las narraciones sobre asesinos sicópatas ni las que abundan en descripciones detalladas de torturas, profusión de sangre y derramamiento de vísceras. Sin embargo, mis juicios no son rígidos, a veces un autor atraviesa esa barrera que yo tengo como lector y me demuestra, a fuerza de talento, que vale la pena leer su obra pese a estas particularidades que, en principio, me desagradan. Esta reflexión viene a cuento porque no voy a dedicar uno, sino varios capítulos de este programa, a un autor que escribió una larga serie de libros en cuyos volúmenes iniciales ocupan un lugar destacado varios asesinos sicópatas y que, en especial en su primera novela, incluye desollamientos y detalladas descripciones de tormentos y crueldades varias que me siguen pareciendo innecesarias. Vale aclarar que, a medida que el ciclo avanza, los sicópatas dejan de ocupar un lugar preeminente y el desborde de sangre y vísceras se modera, lo que a mi entender contribuye a mejorar su obra. Pero para no extenderme más, este capítulo 78 de “El dulce veneno de la novela negra” está dedicado a John Connolly y su personaje, Charlie “Bird” Parker." Gabriel Marcelo Wainstein.
hace 5 años por gabwain - 35 reproducciones
"El género negro es siempre prolífico en sorpresas. Una y otra vez, los lectores se encuentran con nuevos territorios literarios para explorar. En mi experiencia personal, cada vez que termino de recorrer la obra de un autor, o que concluye la grabación de un capítulo de este programa se me presenta siempre la misma pregunta: ¿Ahora con qué sigo? A veces, la respuesta surge con claridad, en otras es el inicio de una búsqueda que muchas veces culmina en el encuentro con algún escritor que, para mí, hasta ese momento, no era conocido. Generalmente, ese camino significa iniciar la lectura de muchos libros que, después de unas páginas, deshecho. El momento en que ese rastreo fructifica siempre es motivo de felicidad. Hace relativamente poco tiempo pasé un período de búsqueda particularmente laborioso. Comencé y abandoné la lectura de varios libros que finalmente descarté. Sin embargo, superados los obstáculos, me encontré leyendo a un autor interesante. Mejor aún, al final de su novela, en los agradecimientos, este escritor recomendaba la obra de un colega y amigo con particular énfasis. Intrigado, conseguí uno de los libros del autor recomendado y comencé a leerlo. Me encontré con un obstáculo importante: una fuerte barrera idiomática. Pese a que el libro estaba escrito en castellano, utilizaba un habla local que me resultaba particularmente inaccesible. Sin embargo, en la lectura se percibía que valía la pena hacer el esfuerzo de superar esa barrera. Hoy puedo decir con certeza, que no era una percepción equivocada. De manera sistemática busqué en la web cada uno de los términos que no comprendía y gracias a eso accedí a un universo fascinante. Este escritor es mexicano, y ese léxico, puesto en la boca de personajes precisos hace, sin lugar a dudas, mas valiosa su literatura. Pero para no extenderme más, este capítulo 71 de “El dulce veneno de la novela negra” está dedicado a algunos libros de Francisco Gerardo Haghenbeck Correa o F.G. Haghenbeck, y Bernardo Fernández, conocido como Bef." Gabriel M. Wainstein
hace 5 años, 6 meses por gabwain - 47 reproducciones
"Cuando hablamos de novela negra, indudablemente, hablamos de una de las formas de la narrativa. Más allá del estilo autoral y de las temáticas, lo que subyace siempre en la literatura policial, es algo que se remonta a la más remota antigüedad, a lo que parece ser una característica esencial de la criatura humana: la necesidad de contar una historia. En efecto, entre el cazador anónimo que daba cuenta junto a la hoguera prehistórica los riesgos atravesados para atrapar al mamut con que logró alimentar su tribu, el ciego que cantaba la cólera de Aquiles frente a los muros de Troya, el hombre que, a la luz del candil y pluma en mano. imaginaba los padecimientos de Oliverio Twist, el genio que tecleaba en su Underwood Noiseless la amistad entre Marlowe y Terry Lennox y los actuales autores, que se deslizan entre notebooks, pendrives y nubes informáticas, hay una pasión común: la vocación de narrar. Y así como ellos se valieron de medios distintos para contar los sucesos vividos o imaginados, el publico también los recibió de manera distinta. Desde el relato oral al libro electrónico hay un lazo que atraviesa los siglos y milenios. Cuento esto porque hoy voy a hablarles de un autor que logró ser conocido por el público a través de un medio poco convencional. Un apasionado de la Patagonia Argentina que ubica sus relatos en una de sus localidades más remotas. Les voy a contar acerca de Cristian Perfumo y sus cuatro novelas, que les anticipo desde ya que me gustaron mucho. Vale aclarar que la música de este capítulo pertenece a los geniales Gloria Geberovich y Manuel Klainer" Gabriel Marcelo Wainstein
hace 6 años, 1 mes por gabwain - 52 reproducciones
La novela negra parece ser un territorio sin límites. De los lugares más diversos surgen nuevos autores que enriquecen un género que parece seguir con entusiasmo el imperativo bíblico de crecer y multiplicarse. Si la literatura universal es un corpus inabarcable para cualquier lector, tampoco parece posible leer en el término de una vida la totalidad de los policiales que se publican. Si Borges hablaba de las infinitos volúmenes de la Biblioteca de Babel o de las también infinitas páginas del Libro de Arena, el lector que tuviera la pretensión de recorrer, aunque sea, la totalidad de las obras del género publicadas en castellano, se encontraría ante un universo que, si bien es finito, es enorme y crece sin cesar. De esta manera los que amamos la novela negra tenemos la grata oportunidad de incorporar todo el tiempo nuevos escritores a nuestro panteón particular. Segundo capítulo dedicado a un escritor que leí recientemente y que merece ocupar un lugar en mi lista personal de autores preferidos: Alexis Ravelo. Un autor que escribe novelas policiales en la isla de Gran Canaria. La obra de Ravelo tiene las mejores características del género: las historias que cuenta son apasionantes, los personajes son sólidos, la mirada del escritor sobre su mundo es siempre aguda y la escritura está muy cuidada. En definitiva, una voz ineludible para los que amamos el género negro. En el capítulo anterior les conté algo de las dos primeras novelas de la serie de Eladio Monroy. Hoy, en este capítulo 7 de "El dulce veneno de la novela negra" vamos a compartir mis impresiones sobre el resto del ciclo protagonizado por ese marino jubilado y acerca de otros tres policiales que surgieron de su talentosa pluma. Gabriel M. Wainstein
hace 5 años por gabwain - 24 reproducciones
"Las relaciones entre la literatura policial y la cinematografía, en particular la industria de Hollywood, han sido siempre intensas, complejas y contradictorias. El vínculo se remonta al pasado remoto, a los tiempos del cine mudo. Probablemente, el primer film policial haya sido el cortometraje “Historia de un crimen”, de Ferdinand Zecca, realizado en 1901. En apenas cinco minutos narra la trayectoria de un hombre desde el crimen a la guillotina. Poco después, en 1903, se estrenó otro corto, norteamericano, realizado en 1900, de menos de un minuto de duración, llamado “Sherlock Holmes perplejo”, que tenía como protagonista al personaje de Arthur Conan Doyle.
En la medida que la narrativa cinematográfica se complejizó, comenzó a nutrirse de las obras literarias y, lógicamente, puso parte de su atención en las novelas policíacas.
Por otra parte, muchos escritores pasaron a desempeñarse en la industria de las pantallas. Por un lado, por la necesidad de los productores de incorporar personas que supieran contar historias. Por el otro, al tratarse de un negocio que manejaba importantes presupuestos, muchos escritores o aspirantes a literatos encontraron una manera de ganarse la vida al ser contratados para escribir películas. Este vínculo entre los escritores y el cine fue particularmente intenso en Hollywood.
Intenso pero, en muchos casos, conflictivo. El oficio de guionista tiene como requisito dejar el ego y el individualismo de lado. Esto lo puedo afirmar por experiencia propia, pues durante varios años trabajé como guionista de cine y TV. El oficio de escritor es solitario, a los sumo necesita de la colaboración con un editor. Pero en el cine, el escritor no tiene la decisión final sobre la obra. Por encima de él se encuentran el director y el productor que frecuentemente modifican lo escrito. Para peor, en el Hollywood clásico, muchos productores tenían una más que escasa formación intelectual. Entonces se producían tensiones entre las pretensiones artísticas del autor y las dimensiones de la billetera, la cuenta bancaria o la mansión soñada. Hay mucho más que hablar acerca de este tema, por ejemplo acerca de los cambios que la narrativa cinematográfica produjo en la literatura, pero el programa de hoy va a abordar otro aspecto.
Les voy a contar de dos autores del género que toman como escenario de sus historias a la industria de Hollywood. Más precisamente a la conocida como la era clásica de la llamada Fábrica de los Sueños, las décadas del 40 y del 50 del siglo XX Les voy a contar de Andrew Bergman, Stuart Kaminsky y los detectives Jack Le Vine y Toby Peters." Gabriel M, Wainstein
hace 6 años por gabwain - 21 reproducciones
"Hoy, queridos y queridas oyentes, vengo a traerles una propuesta de una serie de programas un poco diferente a los que habitualmente compartimos. Se trata de una indagación en las raíces y tratar de resolver una incógnita. Cada uno de nosotros nos construimos como personas a través de una gran diversidad de elementos: lo biológico, la sociedad que vivimos, la cultura a la que pertenecemos, el desarrollo educativo, lo laboral, etcétera. Pero hay algo que suele ser muy importante en la identidad, que es la historia familiar. La conozcamos o no, hay características de nuestra personalidad, de nuestra forma de vivir, y de la manera de estar en el mundo que provienen de nuestros antepasados, y de la que muchas veces ni siquiera somos conscientes. Algunas personas las asumen, otras se rebelan en su contra, pero esos factores juegan un papel relevante a la hora de conocernos a nosotros mismos. No se preocupen, no vamos a transformar "El dulce veneno de la novela negra" en un espacio de autoayuda. Esta reflexión viene a cuento porque así como en las personas la historia familiar tiene relevancia, en el campo de las letras sucede algo similar. Si bien autoría literaria es particularísima de cada individuo, puede y suele haber influencia de los escritores precedentes y de la identidad cultural. Por eso, les propongo, queridas y queridos oyentes, recorrer juntos una serie de programas sobre la historia de la literatura policial en la Argentina. Aclaro desde ya que de ninguna manera pretende ser exhaustiva, pero creo que puede aportar algunos datos que no han tenido gran difusión. Pero además, me propongo responder una pregunta: ¿Cuándo nace el policial negro argentino? La tradición de la literatura policial en la Argentina se remonta al siglo XIX, pero en algún momento, algún autor se propuso encarar el género desde una óptica realista y comenzó una transformación que se extiende hasta nuestros días. Para hacer estos programas leí y releí algunas decenas de libros y varios ensayos que indagan en nuestra historia literaria. Les propongo entonces, hacer este recorrido juntos." Gabriel Marcelo Wainstein
hace 4 años, 8 meses por gabwain - 20 reproducciones
"Estaba pensando, cuando comenzaba a escribir este capítulo, que siempre es bueno superar un prejuicio. En el diccionario de la Real Academia Española se define este sustantivo, en una primera instancia, como “Acción y efecto de prejuzgar”, lo que es absolutamente preciso pero no enriquece para nada la reflexión acerca del tema. Existe también una segunda acepción que sentencia: “Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.” Esta segunda opción, de carácter menos tautológico y no menos certera me resulta más interesante y adecuada a lo que les quiero contar, queridas y queridos oyentes. Aunque no lo parezca, la reflexión es oportuna en un programa dedicado a la novela negra, porque en este caso tiene relación directa con la literatura, y más precisamente a mi actitud a la hora de seleccionar ciertas lecturas. Para ser más directo, estoy hablando acerca de mi actitud al encarar la obra de los escritores ingleses. De manera frecuente, cuando estoy a la pesca de mis próximas lecturas, como les he contado, recorro muchos libros que luego dejo de lado. Priorizo la lectura de las primeras páginas a las contratapas, ya que muchas veces estas últimas poco tienen que ver con el volumen que tengo en mis manos. Sin embargo, hace muchos años que descarto a primera vista cualquier libro de origen inglés. Uso este término y no británico porque, a la vez que me desagradan los ingleses, muchos escritores escoceses de novela negra se encuentran entre mis favoritos. Les voy a confesar algo, hace mucho que yo percibía que se trataba de un prejuicio: ningún autor, como ninguna persona, puede ser juzgado en su valor por su origen nacional. Parte de mi rechazo tenía alguna base en cierta truculencia gratuita, a mi modo de ver, que tiene presencia en muchas narraciones de los autores ingleses. Muchas autopsias, exposición detallada de vísceras, mutilaciones, asesinos sicópatas, en conjunción con ambientes supuestamente aristocráticos conforman una combinación que no es de mi agrado. No me extiendo más, les cuento esto porque, felizmente, en el último tiempo me encontré con libros de un escritor y una escritora, ambos ingleses, sumamente disimiles entre sí, que tuve la oportunidad de disfrutar. Este capítulo 74 de “El dulce veneno de la novela negra está dedicado a uno de ellos: les voy a contar acerca de Michael Dibdin y su personaje Aurelio Zen" Gabriel Marcelo Wainstein
hace 5 años, 5 meses por gabwain - 10 reproducciones
El segundo capítulo de la serie sobre John Connolly. Como les comentaba en el capítulo anterior, creo que son los mejores programas que hice hasta este momento. Espero que los disfruten."Segundo capítulo dedicado a la obra del irlandés John Connolly. El primer programa estuvo dedicado a la presentación de su protagonista, Charlie “Bird” Parker y a la novela que da inicio al ciclo, “Todo lo que muere”. Allí, el autor desarrolla por primera vez lo que va a ser su marca de estilo, la fusión entre el género negro y el fantástico, más específicamente el terrorífico. También presenta a los personajes centrales que recorren todo el ciclo de Parker y su óptica acerca del bien y el mal, reflejo de su religiosidad católica. La serie de Charlie Parker recorre el camino riesgoso del cruce de géneros con absoluta solidez, sin perder interés pese a la extensión del ciclo, que hasta el momento abarca más de 15 volúmenes. Sin lugar a dudas, el irlandés es uno de los autores más originales e interesantes de la literatura policial contemporánea, y por eso quiero compartir con ustedes el placer de recorrer sus libros." Gabriel Marcelo Wainstein
hace 5 años por gabwain - 15 reproducciones
"Hablando de dulces, la novela de detectives es, para el lector de literatura policial, como una golosina para un chico. Desde antes de abrirla anticipamos el placer de saborearla, sabemos que, casi sin lugar a dudas, pasaremos buenos momentos mientras recorremos sus páginas. En mi caso particular, y creo que debe ser bastante frecuente, las narraciones detectivescas fueron la puerta de acceso al género negro. Es que la figura del detective está en las raíces mismas del relato policial, desde el inicial Auguste Dupín de Edgard Alan Poe y el paradigmático Sherlock Holmes, hasta los sabuesos de la actualidad, pasando por la santísima trinidad que integran Sam Spade, Philip Marlowe y Lew Archer. A través del tiempo, los detectives evolucionaron, se han puesto a tono con su época. Sin embargo, es curioso que, tratándose de un género realista por excelencia, la figura del detective privado literario no tenga demasiado que ver con sus colegas reales. Tal vez porque por sobre el verismo riguroso de Hammett, que fue agente de la Pinkerton antes de dedicarse a la escritura, predominó la poética de Chandler y su caballero andante del siglo XX. Tengo que confesarles algo: pese a mi apasionamiento por este género, nunca conocí a un detective privado fuera de las páginas de un libro. A través de la lectura de notas periodísticas deduzco que, al menos en la Argentina, los que se dedican a este oficio pasaron antes por la policía o el ejército, lo que en mi país tiene una connotación de un pasado, por lo menos, turbio. En general están vinculados a las agencias de seguridad privada, territorio donde se han asentado ex represores o agentes de inteligencia vinculados a la Dictadura Cívico Militar que asoló a la Argentina. Pero los detectives literarios provienen, generalmente, de tradiciones menos perversas y protagonizan ficciones ampliamente disfrutables. El realismo está en las situaciones, el ámbito y la sociedad en que se desempeñan. Pero, yendo a lo nuestro, el capítulo de hoy de “El dulce veneno de la novela negra” está dedicado a dos novelas detectivescas, que hace muchos años reposaban en los estantes de mi biblioteca, y que de alguna manera pretendo rescatar del olvido. Vamos a compartir las páginas de “Salto Mortal”, de Jeremíah Healy y “Asesinato en familia” de Janet Dawson." Gabriel Marcelo Wainstein
hace 5 años, 7 meses por gabwain - 13 reproducciones
"Segundo capítulo dedicado a la historia del policial argentino. En el programa anterior recorrimos los literatos más destacados que abordaron la literatura policial argentina a finales del siglo XIX. En el capítulo de hoy, queridas y queridos oyentes, haremos un recorrido por algunos escritores que abordaron el género a principios del siglo XX. El investigador Román Setton destaca, como rasgo característico este período, la aparición de publicaciones periódicas literarias de tirada masiva que se distribuían en los kioskos y tenían gran aceptación popular. Menciona "La novela semanal", "La novela universitaria", "La novela humana", "La novela porteña", "Suplemento" y "La novela nacional", entre otras. "La novela semanal", por ejemplo, llegó a tirar 400.000 ejemplares, cuando Buenos Aires tenía un millón de habitantes. Éstos fueron los ámbitos donde se desarrolló el género en las primeras décadas del siglo XX. Entonces, queridas y queridos oyentes, vamos a recorrer juntos este capítulo 89, el segundo dedicado a la historia de la literatura policial en la Argentina." Gabriel Marcelo Wainstein
hace 4 años, 7 meses por gabwain - 20 reproducciones
"Desde el punto de vista del lector, la fertilidad creativa que atraviesa el campo de la novela negra, es una buena noticia. Todo el tiempo surgen nuevos autores que enriquecen el territorio del género-. Por supuesto que no todo lo nuevo es valioso, pero al tratarse de un espacio tan prolífico, al haber tanta cantidad de obras, necesariamente algunas tiene que ser buenas e, inclusive, muy buenas. El placer del lector en encontrarse con un escritor de talento que hasta el momento le era desconocido, tiene algo de festivo. En mi caso particular hay, a la vez, alegría y agradecimiento. Un nuevo escritor es también la promesa de horas felices, de enriquecer nuestras vidas a través de la lectura. No me voy a extender mucho en esta introducción,sólo decirles que hace poco he tenido la suerte de encontrarme con un libro que me parece que recorre un camino diferente dentro del género. Creo que se trata de un autor particularmente valioso. Cuando terminé de leer el primer libro de este escritor que cayó en mis manos me pasaron dos cosas. La primera fue que me puse en campaña para conseguir otras de sus novelas. Lamentablemente para mí, el hombre escribe en inglés y el que acababa de leer era el único de sus libros traducido al castellano. Es más, el hombre no se caracteriza por su preocupación por satisfacer la demanda de la industria editorial. Escribió sólo tres novelas y un libro de cuentos a lo largo de treinta años. No me cabe duda de que su austeridad productiva tiene que ver con su integridad artística. Porque se trata de un escritor que muy original, con una propuesta narrativa interesante y alejada de los lugares comunes del género. Pero les decía que eran dos las cosas que me pasaron al concluir la lectura. La segunda es que inmediatamente quise compartirlo con ustedes, queridas y queridos oyentes. Pero para no extenderme más e ir al libro, les cuento que este capítulo 84 de "El dulce veneno de la novela negra" está dedicado a Kent Anderson y a su novela "El sol verde"." Gabriel Marcelo Wainstein
hace 4 años, 10 meses por gabwain - 19 reproducciones
"Según el diccionario de la Real Academia Española, un prejuicio es, en su segunda acepción, una "opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal". La cita viene al caso, pues justamente les voy a hablar acerca de una de mis opiniones previas, tenaces y desfavorables que reza: "No me gustan las novelas policiales inglesas". En mi caso, es una convicción bastante consolidada que se sustenta en el hecho de que la mayor parte de los libros de ese origen que que tuve oportunidad de leer se enmarcan en el policial de enigma, o tienen que ver con asesinos seriales, y abundan en mutilaciones, exhibición de vísceras y derramamientos de sangre, cuando no en detalladas autopsias, como si los escritores no pudieran escapar a la terrible sombra de Jack el Destripador. Fórmulas que se repiten hasta la náusea para construir productos literarios que no enriquecen el género, para decirlo con suavidad. Sin embargo, esta actitud mía no puede ser otra cosa que un prejuicio, porque si bien muchas de las narraciones de ese origen me disgustan, la literatura es una creación eminentemente personal, y no puede haber una regla tan estricta que genere de mi parteque estigmatice a todos los escritores ingleses. Digo claramente ingleses y no británicos porque hay muchos autores escoceses entre mis preferidos. Pero volviendo al prejuicio, cada tanto encuentro algún autor inglés que pone en cuestión mi convicción desfavorable, y lo agradezco. Hoy voy a compartir con ustedes, queridas y queridos oyentes, algunas páginas y reflexiones acerca de un muy buen cultor del género, del que tuve la oportunidad de leer tres novelas muy dinámicas y contundentes, que se enmarcan sin lugar a dudas en la llamada literatura criminal. No me extiendo más en esta introducción, sólo les cuento que el escritor es Ted Lewis y sus novelas se titulan "Carter," "La ley de Carter" y "No sólo morir." Gabriel Marcelo Wainstein
hace 4 años, 6 meses por gabwain - 18 reproducciones
"Durante muchísimos años, al menos durante la época clásica del genero que abarca desde los años '30 a los '80, Italia no era un territorio que ocupara un lugar destacado en el mundo de la novela negra. La figura más descollante era la de Giorgio Scerbanenco, nacido en Ucrania y emigrado a la península desde niño, un escritor cuya obra, a mi criterio, y entiéndase esto como una opinión personal, es de escaso interés. Aunque leí varias de sus novelas, ninguna de ellas consiguió conmoverme. Leonardo Sciascia, un intelectual destacado, realizó algunas incursiones en el género. Alguna leí, pero tampoco despertó mi interés, aunque tal vez merezca revisar ese criterio a través de una relectura . Sin embargo, no me cabe duda de que se produjo un cambio decisivo en este panorama con la aparición de uno de los mejores autores de novela negra de todos los tiempos. Un creador mayor, que abrió nuevos caminos para el género, que propone la narración amable, con rasgos risueños, sin renunciar al realismo. Como se imaginarán, queridos y queridas oyentes, estoy hablando de Andrea Camillieri. Creo que la influencia de este escritor es tan grande, que abrió el camino para que en su tierra aparecieran numerosos autores de literatura policial, varios de ellos son muy valiosos. Para mencionar sólo algunos, puedo mencionar a Valerio Varesi, Maurizio de Giovani y Roberto Costantini, que cultivan estilos lejanos al del creador del Comisario Montalbano. En lo personal, sigo con interés la aparición de nuevos autores peninsulares y, cada tanto me encuentro con alguna sorpresa agradable. Recientemente tuve la oportunidad libros de dos autoras, que de alguna manera puedo emparentar con el tono amable de Montalbano, pero que parecen tener voz propia. Dos escritoras que recientemente fueron traducidas al castellano, y creo que vale la pena leer. Queridos y queridas oyentes, en este capítulo 73 de "El dulce veneno de la novela negra" quiero compartir con ustedes un libro de Cristina Rava, "Investigación a la tinta de calamar" y "La hora pico" de Nora Venturini" Gabriel Marcelo Wainstein
hace 5 años, 6 meses por gabwain - 23 reproducciones
"Como ustedes ya saben, queridos y queridas oyentes, cada tanto recorro los estantes de mi biblioteca buscando libros interesantes, que generalmente han caído en el olvido, para compartirlos con ustedes. Sobre muchos de ellos guardo recuerdos muy vagos, apenas sensaciones, dado que los leí hace 20 o 30 años y no tuve hasta ahora la inquietud de releerlos. Uno de los beneficios que, para mí, tiene hacer este programa, es que me obliga a volver a recorrer sus páginas, a redescubrirlos, antes de decidir si tiene sentido dedicarles un capítulo. La mayoría de estos reencuentros literarios son felices. No todas son obras maestras, pero muchas son buenas novelas que vale la pena rescatar, darles la oportunidad de que un o una oyente las busque entre los anaqueles polvorientos de las librerías de usados, las encuentre, y el papel y la tinta inanimados vuelvan a cobrar vida a través de la magia de la lectura.
Para hoy tengo libros de dos autores que tienen algunos rasgos comunes. Ambos son norteamericanos, publicaron durante las décadas del 70 y el 80, aunque uno de ellos tenía actividad literaria desde antes, y escribieron buenas novelas de detectives. Por eso, hoy vamos a compartir algunas páginas de Marvin Albert y Arthur Lyons." Gabriel Marcelo Wainstein
hace 5 años, 6 meses por gabwain - 16 reproducciones
"Desde su origen, la novela negra siempre tuvo una fuerte vocación de indagar en la relación entre la violencia y la realidad político social. El considerado fundador del policial negro, Dashiell Hammett, ya en su primera novela, "Cosecha Roja", exponía los mecanismos que vinculaban el crimen organizado, la política y el poder económico. En la actualidad, gracias a la expansión del género, la novela negra refleja problemáticas de los más diversos lugares de mundo, aunque siempre a través de la particular mirada de cada autor. El comentario viene al caso, porque este capítulo está dedicado a dos novelas que describen la realidad cotidiana de dos naciones de Medio Oriente donde la opresión y la violencia están a la orden del día. Curiosamente, o tal vez no tanto, los dos autores sobre los que les voy a contar en este capítulo no son originarios de esos países, son extranjeros que circunstancialmente vivieron un período de su vida en esos territorios y consideraron importante hacer, a través de la narración policial, una crónica de la conmovedora realidad en la que estuvieron inmersos. Para no prolongar esta introducción les cuento, queridas y queridos oyentes, que los dos países son Arabia Saudita y Palestina, que los autores son Zoë Ferraris y Matt Beynon Rees, y sus novelas se llaman "Buscando a Nouf" y "El maestro de Belén". Gabriel Marcelo Wainstein
hace 4 años, 11 meses por gabwain - 15 reproducciones
"Hacer este programa de radio es para mí un enorme placer que requiere muchas horas de trabajo. Semana tras semana se me presenta un desafío: ¿qué voy a compartir el martes que viene con las queridas y los queridos oyentes? Tengo en mi cabeza muchos libros y autores de los que querría hablar, pero no en todos los casos es posible. A veces, por ejemplo, leo un único libro de un escritor y quiero compartirlo inmediatamente con ustedes. Sin embargo, me doy cuenta que con ese único texto no alcanza para sostener un programa de una hora, tengo que conseguir más obras de ese autor y leerlas, o encontrar un a manera de hacer un capítulo con dos autores buscando la forma de que el capítulo se estructure de manera correcta. Hay muchos libros que tengo reservados como pendientes. Sé que en algún momento serán parte de este programa. Hay un escritor del que hace tiempo quiero contarles y que estaba en esa situación que les describo. Había leído una novela relativamente breve que me había gustado mucho, otra que no me parecía que estuviera a la altura de la primera, y sentía que necesitaba leer alguna más para dedicarle un capítulo. Cuando escribo esto es viernes, acaba de caer en mis manos ese libro que me faltaba y, aunque aún no lo leí, decidí arriesgarme a hacer un programa sobre ese escritor ya que estoy seguro de que esta novela que tengo en mis manos me va a gustar mucho, ya que es la continuación de una serie que se iniciaba en aquella primera que había leído. Es un riesgo. ¿Qué pasaría si este libro no es tan interesante como espero que sea? Esta intriga estará resuelta el lunes, cuando haya terminado de leerlo y continúe escribiendo. Pero para no prolongar esta introducción, les cuento que el escritor del que les estoy hablando es Joe Richard Lansdale, esa primera novela se llamaba "Una temporada salvaje" y la que tengo en mis manos es "El árbol de las botellas." Gabriel Marcelo Wainstein
hace 4 años, 7 meses por gabwain - 11 reproducciones
Tercer capítulo y cierre de la serie sobre John Connolly. Como les comenté, creo que son los mejores programas que hice hasta este momento. Espero que los disfruten.
"Todo empezó por la relectura. Les confieso algo, queridas y queridos oyentes: cuando decidí dedicarle algunos programas al escritor John Connolly no tenía idea de la magnitud del viaje literario que iba a emprender. Hace algunos años, había leído las cinco primeras novelas del ciclo de Charlie Parker, y me produjeron una profunda impresión, en especial porque la narración de la primera novela está atravesada por el dolor lacerante que vive el protagonista ante el asesinato de su esposa y su hija y sentía que ese sentimiento teñía toda su obra. En realidad, esa primera lectura me produjo sentimientos contradictorios ya que, como les conté en capítulos anteriores, había elementos en los libros que me gustaban mucho, otros no tanto y otros que me producían cierta sorpresa y desconcierto. Pero, en síntesis, a partir de ese primer contacto con la obra del autor, me quedó la convicción de que era un escritor muy talentoso, y que algún día merecería una relectura. Por eso, cuando terminé la tercera temporada de “El dulce veneno de la novela negra”, consideré que era el momento adecuado para esa tarea. En un principio pensé que volvería a leer las cinco novelas que ya había leído, y un par más. Sin embargo, este nuevo recorrido por la obra del autor me permitió descubrir que era un escritor mucho más valioso de lo que previamente pensaba y que había en sus libros implicancias literarias y filosóficas muy interesantes, casi diría apasionantes. Así, cuando llegué a la última página de la séptima novela del ciclo me dije: “me parece que voy a leer una o dos más” y, para no aburrirlos, les cuento que mientras escribo este capítulo estoy en la mitad de “Tiempos oscuros” la decimoquinta novela de la serie y la última traducida al castellano y tengo la sensación de que podría seguir leyendo a este escritor irlandés sin llegar nunca a aburrirme. De manera que estos tres capítulos de “El dulce veneno de la novela negra” son el reflejo de un mes y medio de intensas lecturas donde disfruté de sus quince novelas y espero, queridas y queridos oyentes, poder transmitirles algo de lo extraordinario que encontré en este autor, y también espero que ustedes, si no lo han hecho aún, tengan la oportunidad de recorrer este maravilloso camino literario que, gracias a ustedes, tuve la oportunidad de disfrutar. Los invito entonces a compartir este capítulo 80 de “El dulce veneno de la novela negra”. Gabriel Marcelo Wainstein
hace 4 años, 12 meses por gabwain - 14 reproducciones
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