Desde ayer un grupo de madres y padres no saben si reir o llorar. Por eso rien y lloran todo el tiempo. Son los padres y madres que no tienen nombre. Porque no fuimos capaces de inventar una palabra para ese padre al que se le muere un hijo. Y más aún cuando esa muerte se podría haber evitado sin necesidad de superhéroes. Sólo haciendo las cosas bien.
Ellos ríen y lloran todo el tiempo por algo que tampoco tiene nombre. Porque tampoco tenemos palabra para denominar a la Justicia cuando llega, pero se demora tanto.
El 8 de octubre de 2006, hace trece años, muchos de nosotros descubrimos la existencia de un colegio secundario llamado ECOS. Una institución pequeña, con una orientación pedagógica progre y laica del barrio porteño Villa Crespo. Allí, como sucede en la mayoría de las escuelas secundarias públicas y privadas, había grupos de estudiantes que hacían tareas solidarias con escuelas de provincia, por lo general rurales y no tan beneficiadas como la de ellos.
De allí salió un grupo de pibes y pibas rumbo a Quitilipi a conocer a esos otros pibes que iban a otra escuela cerca de El Impenetrable chaqueño. Nueve de esos chicos y chicas no volvieron jamás. Murieron en plena ruta cuando el destino, la suerte o lo que fuera juntó a un camionero que conducía borracho con un chofer inepto y en un solo momento amputó nueve vidas que tenían todo por ser y hacer...
Si te imaginás un micro donde todos recuerdan una y otra vez las anécdotas de lo que acaban de vivir con los pibes y pibas chaqueños, te imaginas bien.
Si te imaginás canciones desafinadas, mate de mano en mano y cargadas a la parejita que prefiere acovacharse en el fondo, también te imaginás muy bien.
Si te imaginás que entre ellos hay una piba llamada Delfina que, sin saberlo incluso, está mezclando en su corazón de 16 las palabras que luego serán poema para contar todo esto, está muy bien.
Todo eso ocurría en ese micro antes del choque. Antes que todo se convirtiera en nada. Esa nada que perpetró tanta pero tanta ausencia de golpe...
Esa nada como la cara de nada de jueces, peritos y otros burócratas judiciales que hicieron un juicio interminable que terminó en la nada. O casi. Porque ayer la Corte Suprema de Justicia le sacudió el olvidó jurídico en el que había caído y reactivó la causa. Por eso es que esos padres hoy ríen y lloran al mismo tiempo mientras escuchan, casi como un mantra, al gran Flaco Spinetta que siempre los acompaño cantando lo que escribió junto a León Gieco para estas pibas y pibes: "yo creo que sin querer/ a Dios de la siesta saqué/ y ahora mis sueños crearán/ más vida, más felicidad"
hace 4 años, 9 meses por ebetas - 1 reproducciones
Te propongo que por un momento cerremos un poco esa alocada agenda de temas electorales, de coyuntura, inflación, apagón y economía para hablar un momento de lo que pasa por casa. Y lo que está pasando por casa, tal vez no en la tuya ni en la mía, pero sí en el hogar promedio es que nos volvemos a mentir. ¿Por qué? Porque no es cierta esa afirmación que pinta a ese hombre nuevo como ese compañero y par a la hora de compartir el trabajo de la casa y, en especial, en el momento de la crianza de nuestros hijos. Hasta tanto no ha llegado la deconstrucción o, tal vez, aún ni siquiera ha empezado.
Sí, por supuesto, hay otra actitud en el hombre como padre. Ya no es el único dueño del sillón donde despatarrarse un rato a leer el diario o mirar la tele. Hoy ese sillón tiene un cupo de tiempo femenino pero así y todo no basta.
Y te digo que no basta no sólo porque no se pelea por el tiempo compartido de un sillón sino porque hay datos concretos que, al menos, incomodan: según la Organización Internacional del Trabajo, de las 16.000 millones de horas diarias que se invierten en cuidados no remunerados ¿sabés cuánto de este tiempo está a cargo de los varones? Menos de la cuarta parte. No es difícil saber, entonces, quién hace el trabajo de las otras tres cuartas partes de esa inmensa cantidad de tiempo.
Y con esto no estoy diciendo que no ha cambiado nada porque sí, está cambiando. Pero despacito. Demasiado despacito como para que nuestras hijas, nietas y bisnietas puedan contar con ese tiempo que le corresponde para estudiar, divertirse o hacer lo que quieran y que hoy no tienen. Tan despacito que al paso que vamos esa brecha va a desaparecer... pero en 210 años. Es decir, en la Argentina del año 2239 las mujeres podremos aspirar a ocuparnos la misma cantidad de tiempo que los hombres en la crianza de nuestros hijos.
Eleonora Faur y Alejandro Grimson desarmaron esta suerte de verdad mentirosa en su libro "Mitomanía de los sexos" en donde revelan otras realidades que van más allá de los abrumadores números de recién. Ellos se asomaron a investigaciones que dan cuenta que los varones que cuidan a la par de las mujeres a sus hijos desarrollan habilidades y emociones que les permiten una vida más plena y los aleja de comportamientos de riesgo para su salud y sus vidas. Se sienten más felices personalmente.
Lo digo de nuevo: Se sienten más felices personalmente.
Cuando las mujeres comenzamos a protagonizar esta primera gran revolución del siglo veintiuno también liberamos al hombre. Ese hombre que se da cuenta de que ha vivido todo este tiempo encerrado en un machismo que para excluirlo socialmente lo convenció de que era superior a la mujer. Y aquí es donde la agenda de nuestra casa y de la cosa política se juntan. Inevitable y saludablemente.
hace 4 años, 10 meses por ebetas - 1 reproducciones
"No estamos dispuestos a volver a dialogar con un usurpador porque no es confiable. El diálogo está descartado"
"Hoy Maduro es usurpador del poder porque en las elecciones no pudieron participar libremente los partidos de la oposición"
"Ayer se lo vio a un Maduro intranquilo y nervioso. El usurpador del poder es absolutamente acorralado"
"Juan Guaidó no se autoproclamó sino que cubrió el vacío institucional que había con Maduro"
hace 5 años, 2 meses por ebetas - 1 reproducciones
<iframe width="100%" height="420px" scrolling="no" frameborder="no" src="//mx.radiocut.fm/audiocut/embed/list/?tag=eduardo-betas&type=cut&page=7" ></iframe>